En 2005 el New York Times[1]https://www.nytimes.com/2005/06/05/magazine/monkey-business.html explicaba los experimentos de Keith Clen[2]Sus trabajos fueron publicados en “Evidence from Capuchin Monkey Trading Behavior” M. Keith Chen, Venkat Lakshminarayanan and Laurie R. Santos. Journal of Political Economy. Vol. 114, No. 3 (June … Continue reading en los que demostraba que conceptos como moneda, precio y comercio pueden ser enseñados a monos capuchinos. En uno de los experimentos, tras meses de enseñar a una pareja de monos que con unas monedas de plástico que les daban podían comprar comida, pasaron a darle la asignación de monedas únicamente al mono macho dejando a la hembra sin poder comprar sustento. Pasados un par de días, cuando el macho se acerca a la hembra hambrienta para tener sexo ésta le pedía a cambio… las monedas de plástico. Con éste y otros experimentos, demostraron que el concepto de dinero y comercio se puede enseñar hasta a unos monos capuchinos, que aprenderán las reglas del juego y jugarán lo mejor que puedan (su estudio estaba centrado fundamentalmente en demostrar que la aversión a la pérdida está presente en nuestra conducta más primitiva). El juicio moral de la forma en que lo hagan, si cabe, sería siempre posterior al juicio previo sobre el que diseñó o exportó el juego. Si en medio de una comunidad de individuos (personas o monos) así entrenados y en circunstancias de necesidad (natural como el hambre o fabricada como el último modelo de móvil imprescindible) soltásemos un montón de esas fichas de plástico y se matasen por ellas o asaltaran a quien las llevase encima, ¿a quién habría que juzgar: al que crea la necesidad o al que intenta saciarla?
¿Puede juzgar a quien actúa por hambre alguien que nunca la ha sentido? ¿Y si el hambre no es ya fisiológica sino que está relacionada con una vida mejor, más digna? ¿Cuáles son los derechos fundamentales de toda persona? Si reconocemos una serie de derechos como intrínsecamente humanos, ¿juzgaremos a quien haga lo que sea por lograrlos?
Así, antes de juzgar a quien haga trampas jugando al Monopoly debiéramos tener en cuenta quién le enseñó a asumir el valor de unos trozos de papel, quién diseñó las reglas y lo más importante: quién lleva la ventaja de estar jugando desde siempre. Por eso quiero dejar claro ya desde el comienzo de este libro que considero que éticamente se puede juzgar la actitud de una persona en tanto en cuanto ésta tenga libertad de maniobra, de elección. En este aspecto las posibilidades de elección del local frente a las del turista son ciertamente irrisorias.
References
↑1 | https://www.nytimes.com/2005/06/05/magazine/monkey-business.html |
↑2 | Sus trabajos fueron publicados en “Evidence from Capuchin Monkey Trading Behavior” M. Keith Chen, Venkat Lakshminarayanan and Laurie R. Santos. Journal of Political Economy. Vol. 114, No. 3 (June 2006), pp. 517-537 y “Endowment Effect in Capuchin Monkeys Venkat Lakshminaryanan”, M. Keith Chen and Laurie R. Santos Philosophical Transactions: Biological Sciences Vol. 363, No. 1511, Neuroeconomics (Dec. 12, 2008), pp. 3837-3844 |