CATALIZADORES Y ACELERADORES DEL PROCESO

Las nuevas tecnologías han precipitado este proceso en varios de sus momentos. Cuando alguien descubre un lugar especial (una playa, un poblado, etc.) puede comunicarlo masivamente a través de un blog o de las redes sociales. De esta forma el lugar pasará inmediatamente de desconocido, virgen a completamente localizado en el punto de mira de millones de futuros turistas. Gracias también a las nuevas tecnologías, los turistas no tendrán ninguna dificultad en (geo)localizarlo, desplazarse hasta él y localizar dónde dormir o comer. Pero del otro lado, el de los locales, también con las nuevas tecnologías, precisamente por nuevas, el efecto es mucho más profundo. En el momento que los locales tengan conexión a internet ya no necesitarán esperar a que vengan a “descubrirles” para conocer a sus descubridores. Ahora podrán ver sus ropas, sus coches y sus casas antes de que los visiten, pues aparecen en sus videoclips musicales.
Ya en el primer mundo se da la paradoja de que nunca hemos tenido tantas comodidades, pero por otra parte nunca hemos tenido expectativas tan altísimas sobre lo que necesitamos o incluso nos merecemos, por eso la distancia entre lo mucho que tenemos y lo muchisísimo que esperamos tener nunca ha sido tan grande y nosotros tan desdichados. La deslumbrante pantalla de LEDS colocada en la azotea del rascacielos del TimeSquare donde se anuncia fulgurante iPhone nos queda muy lejos al común de paseantes de la calle, un poco menos a los que habitan las oficinas pero infinitamente más a los que habitan las alcantarillas.


Internet no distribuye la riqueza sino la autopercepción de pobreza, al igual que las revistas de belleza nunca pueden hacer que te sientas más bello, sino todo lo contrario. Y la distribuye de forma indiscriminada, uniéndonos a todos, que pasamos a jugar en una única liga: profesionales, alevines y aficionados, padres e hijos, ricos y pobres. Todos anhelando el mismo modelo de móvil, la misma marca de zapatillas. Las nuevas tecnologías pensadas para democratizar el acceso a la información acabaron imponiendo la tiranía de la escasez material. Ahora todos, en cada rincón del planeta, por recóndito, humilde y  particular que fuese antes, estará perfectamente informado de lo que aún le falta, el último modelo de un objeto de consumo del que hasta hace poco desconocíamos la existencia siquiera del primero.